* La confesión de un vampiro
(Por Drakontos)

Parece una eternidad lo que llevo en éste mundo, y aún estaré durante mucho tiempo aquí...

En éste momento siento curiosidad por conocer la verdad sobre la existencia de otros como yo, por eso ésta es no solo la confesión de mi subsistencia, si no una llamada para sacar de las sombras a aquellos que comparten mi naturaleza, si es que existen.


No es una historia hermosa, es oscura y llena de sombras. En verdad ni siquiera es una historia, son sólo trazos de ella. Quizá en otra ocasión cuente más sobre mí a aquellos que quieran oírlo.

Sin más, he aquí mi relato, llamada, confesión...

Soy el eterno y humilde adorador de la oscuridad, porque me llamó y protegió cuando aún era un infante. Celebro el ocaso. Vago por los lugares ocultos al abrigo de las tinieblas, intentando rodearme de la soledad suficiente como para que tome sentido aquella que habita en mi, pero nunca es suficiente.

Mi alma es ahora piedra gris resquebrajada.

No recuerdo el día exacto de mi nacimiento como vampiro, pero rondaba los cuatro años. Tampoco recuerdo el nombre de mi hacedor. Lo que si sé con certeza es que mi completa transformación no es inmediata, como dice la ficción. En mi caso, fue un proceso que duró en torno a los doce años. No obstante, las características de mi naturaleza se hicieron patentes a los pocos meses: sentía un rechazo absoluto a la luz del sol, me volví taciturno y misántropo, y desde luego el alimento humano no sentía efecto en mi, aunque como descubrí en mi sufrimiento diario, incluso un vampiro recién nacido puede existir muchos años sin alimento.

Siendo tan joven ignoraba completamente las causas de mis repentinos cambios. La ciencia tampoco logró dar una explicación satisfactoria a mis síntomas. Tan sólo especulaciones nacidas de la ignorancia.

A pesar de no haber tenido un mentor que me enseñase a cazar, entorno a los quince años de edad humana el ansía era tal que, como movido por resortes, comencé a buscar presas con la sola orientación del instinto. Y tuve éxito, pero aún tenía que aprender a sacar toda la esencia de mis víctimas. En cualquier caso, mi aprendizaje es otra historia.

Desde entonces hasta hoy muchos han sido mis viajes. He visto el rostro de los que darán cuenta de mí cuándo termine mi existencia, he conocido a los vivos, y he conocido muchos tipos de criaturas no-muertas, algunas tan extrañas que se devoraban a si mismas hasta la extinción por pura debilidad. En cualquier caso, mis aventuras son otra historia. No he invertido muchos años humanos en mis viajes, empero son siglos para un vampiro como yo. Los vivos no aprecian la escala de tiempo en la que transcurre mi existencia. Aparentemente envejezco como ellos. Sólo las líneas de mis manos y en alguna ocasión mis ojos revelan mi auténtica edad, gracias a un buen alimento.

Ah! Si, mi alimento... Quizá ésta sea la verdad más distante de lo que acostumbra la ficción. Me nutro de la esencia de los vivos, de aquello que más necesitan para mantener su condición. Lo tomo especialmente de mujeres hermosas, quizá como tributo a lo que pueda quedar de humano en mí.

Disfrazo mi rostro con el maquillaje de la pasión humana, y de éste modo aceptan mi beso, pero es sólo un espejismo. Al poco quedan atrapadas por el adictivo proceso que puede durar días o incluso años. Es fascinante observar que no desean escapar de aquello que para la mayoría traerá la extinción de su condición humana.

Algún mordisco, si, pero sólo metafórico. Un guiño irónico a toda la superstición que rodea mi mundo.

En el momento que quedan vacías, de algún modo muero con su humanidad, pero sigo adelante con fuerzas renovadas.

Lo que ocurre con estas recién nacidas es otra historia.

A lo anterior se traduce mi vida vampírica. A caballo entre los caminos sinuosos de la noche solitaria y las encrucijadas de almas donde encuentro mi sustento.

Podría decir mucho más, pero es suficiente.


Relato tomado de www.drakontos.net
Derechos reservados © 2007 epitafioss.blogspot.com

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