* La Dama de negro
(...)


Veréis, todo empezó hace unos años en un lugar de la costa Gaditana exactamente en los caños de Meca Cadiz. Todos los años voy allí a pasar unos días de paz y sosiego. Una noche que estaba dando un paseo por la orilla del mar, como cada día, me pareció escuchar un lamento, miré y no vi nada. Me asusté y seguí mi paseo, aunque algo intranquila, ya que cada vez se oían más cerca los lamentos. Corrí como alma que lleva el diablo y me caí en la huída dándome un golpe en la frente con una roca. No sé si perdí el sentido, pero ví cómo una mujer se me acercaba y me miraba, yo tendida, y sin fuerzas para levantarme. Ella era tan hermosa que perdí todo el miedo y le pregunté qué quería de mí. Ella no decía nada, sólo me miraba con tan dulce rostro, pero ella se desvaneció con una bruma muy espesa. Yo casi sin poder moverme me fui a casa y no dije nada a nadie por si me tomaban por loca, o me dijeran que todo fue del mamporro en el tarro. No sé, la cuestión es que no dije nada.

Mi intranquilidad llegaba a mi cuerpo según venía la noche. No sé por qué, pero ese lamento me inquietaba a medida que la nocturnidad venía. Me fui con mucha excitación a pasear y cuando ya casi ni pensaba en la dama de negro, volví a sentir el lamento. Mis pelos se irisaron a tal velocidad que casi me quedé helada de frío, y del miedo no sabía decir qué tenía más. Me refugié detrás de una barca y de pronto... la ví detrás de mí. Mi corazón se aceleró a mil por hora y mi cabeza me decía que corriera, pero mis músculos estaban helados, no podía moverme. Ella me atravesó. Se metió dentro de mí y ví cómo lloraba. Estaba de pronto yo, en un puerto, viendo el horizonte, y el crepúsculo me acariciaba. Ví un barco alejarse y mis lágrimas me ahogaban de pena, pero ¿por qué? De pronto me ví otra vez en el resguardo de la barquisa y ella se alejaba de mi en una bruma y desapareció de mi vista. Me quedé paralizada un rato del miedo y volví a casa con tal terror que no salí en varios días de casa. Con mucha inquietud quería saber qué pasaba con la señora de negro, ¿por qué tantos lamentos? ¿Por qué ese barco en la lejanía? Pregunté a todos los pescadores de Barbate y Conil, y por supuesto a todos los vecinos de los caños, y nada, nadie saciaba mi curiosidad. Ya casi cuando me quedaban ya tres días de mi estancia allí, volví a mi paseo nocturno y cuando llegué al faro de Trafalgar, quien lo conozca sabrá que hay una cuesta muy grande antes de llegar y que está al lado de los campic, el caso es que la señora estaba allí ante mis ojos llorando. Me acerqué con mucho valor y le pregunté:

– ¿Qué le pasa señora, por qué llora?

Ella me miró y me dijo con una voz muy dulce:

– Espero a mi amado. Se marchó por fortuna y prometiéndome que volvería, y no vuelve. ¿Le has visto tú, mi dulce niña?

Esas palabras me llegaron al corazón. Le prometí que si lo veía le diría que volviera, y dándome las gracias desapareció en la misma bruma de otros días. De esto fue hace ya unos años, y varios años después descubrí por qué su amado no volvió. Las cosas del destino.

Una señora muy mayor me contó que su hijo se fue al extranjero por fortuna para casarse con una bonita muchacha, pero que su barco se hundió y no pudo cumplir su promesa de volver. Esa noche corrí al faro para contarle lo sucedido a la señora de negro y ya en el faro la ví en el mismo lugar de la última vez, en pie y con la vista al horizonte esperando. Le conté lo ocurrido y ella me miró, pero otra vez se me metió dentro de mi. Ví cómo una barcasa se acercaba al faro y una silueta me saludaba, era el amado que volvía a cumplir su promesa. Salió de mí y se alejó al mar en dirección a su amado. Era tan bello ver como se reunieron los dos, cogidos de la mano. Se disiparon en la bruma, y no antes de mirarme y darme las gracias, yo emocionada, me puse a llorar, pero no de pena, sino de alegría.

Sé que no morimos del todo, ahora sé que después de la muerte está la nueva vida con los seres queridos que un día nos dejaron. Ellos están hay, esperándonos, y yo espero mi hora para reunirme con mi amado.


Relato tomado de http://mundonline.galeon.com/Historias/historias5.htm
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